miércoles, 15 de julio de 2009

agroecologia

¿Qué es la Agroecología?
El término agroecología a llegado a significar muchas cosas, definidas a groso modo,
la agroecología a menudo incorpora ideas sobre un enfoque de la agricultura más
ligado al medio ambiente y más sensible socialmente; centrada no sólo en la producción
sino también en la sostenibilidad ecológica del sistema de producción. A
esto podría llamarse el uso «normativo» o «prescriptivo» del término agroecología,
Bases teóricas de la agroecología
18 Agroecología: Bases científicas para una agricultura sustentable
porque implica un número de características sobre la sociedad y la producción que
van mucho más allá de los límites del predio agrícola. En un sentido más restringido,
la agroecología se refiere al estudio de fenómenos netamente ecológicos dentro
del campo de cultivo, tales como relaciones depredador/presa, o competencia de
cultivo/maleza.
Visión ecológica
En el corazón de la agroecología está la idea que un campo de cultivo es un ecosistema
dentro del cual los procesos ecológicos que ocurren en otras formaciones vegetales,
tales como ciclos de nutrientes, interacción de depredador/presa, competencia,
comensalía y cambios sucesionales, también se dan. La agroecología se centra en las
relaciones ecológicas en el campo y su propósito es iluminar la forma, la dinámica y
las funciones de esta relación. En algunos trabajos sobre agroecología está implícita
la idea que por medio del conocimiento de estos procesos y relaciones los sistemas
agroecológicos pueden ser administrados mejor, con menores impactos negativos en
el medio ambiente y la sociedad, más sostenidamente y con menor uso de insumos
externos. Como resultado, un número de investigadores de las ciencias agrícolas y
de áreas afines, han comenzado a considerar el predio agrícola como un tipo especial
de ecosistema -un agroecosistema- y a formalizar el análisis del conjunto de procesos
e interacciones que intervienen en un sistema de cultivos. El marco analítico
subyacente le debe mucho a la teoría de sistemas y a los intentos teóricos y prácticos
hechos para integrar los numerosos factores que afectan la agricultura (Spedding
1975, Conway 1981, Gliessman 1982, Conway 1985, Chambers 1983, Ellen 1982,
Altieri 1983, Lowrance et al. 1984).
La perspectiva social
Los agroecosistemas tienen varios grados de resiliencia y de estabilidad, pero estos
no están estrictamente determinados por factores de origen biótico o ambiental. Factores
sociales, tales como el colapso en los precios del mercado o cambios en la
tenencia de las tierras, pueden destruir los sistemas agrícolas tan decisivamente como
una sequía, explosiones de plagas o la disminución de los nutrientes en el suelo. Por
otra parte, las decisiones que asignan energía y recursos materiales pueden aumentar
la resiliencia y recuperación de un ecosistema dañado. Aunque la administración
humana de los ecosistemas con fines de producción agrícola a menudo ha alterado
en forma dramática la estructura, la diversidad, los patrones de flujo de energía y de
nutrientes, y los mecanismos de control de poblaciones bióticas en los predios agrícolas,
estos procesos todavía funcionan y pueden ser explorados experimentalmente.
La magnitud de las diferencias de la función ecológica entre un ecosistema natural
y uno agrícola depende en gran medida de la intensidad y frecuencia de las perturbaciones
naturales y humanas que se hacen sentir en el ecosistema. El resultado
de la interacción entre características endógenas, tanto biológicas como ambientales
en el predio agrícola y de factores exógenos tanto sociales como económicos, generan
la estructura particular del agroecosistema. Por esta razón, a menudo es necesaria
una perspectiva más amplia para explicar un sistema de producción que está en
observación.
Un sistema agrícola difiere en varios aspectos fundamentales de un sistema
ecológico «natural» tanto en su estructura como en su función. Los agroecosistemas
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son ecosistemas semi-domesticados que se ubican en un gradiente entre una serie de
ecosistemas que han sufrido un mínimo de impacto humano, como es el caso de
ciudades. Odum (1984) describe 4 características principales de los agroecosistemas:
1. Los agroecosistemas requieren fuentes auxiliares de energía, que pueden ser
humana, animal y combustible para aumentar la productividad de organismos
específicos.
2. La diversidad puede ser muy reducida en comparación con la de otros
ecosistemas.
3. Los animales y plantas que dominan son seleccionados artificialmente y no
por selección natural.
4. Los controles del sistema son, en su mayoría, externos y no internos ya que se
ejercen por medio de retroalimentación del subsistema.
El modelo de Odum se basa principalmente en la agricultura moderna del tipo que
se encuentra en los Estados Unidos. Hay, sin embargo, muchos tipos de sistemas
agrícolas, especialmente en los trópicos, que no corresponden a esta definición. Particularmente
las preguntas de diversidad y selección natural utilizadas en agriculturas
complejas donde un sin número de plantas y animales semi-domesticados y silvestres
figuran en el sistema de producción, son sospechosas. Conklin (1956), por ejemplo,
describió agroecosistemas tradicionales en Filipinas que incluían más de 600
especies de plantas cultivadas y manejadas. Aunque esta agricultura no era tan diversa
como la de algunos bosques tropicales, era definitivamente más multiforme que
muchos otros ecosistemas locales.
Los sistemas agrícolas son una interacción compleja entre procesos sociales externos
e internos, y entre procesos biológicos y ambientales. Estos pueden entenderse
espacialmente a nivel de terreno agrícola, pero a menudo también incluyen una
dimensión temporal. El grado de control externo versus control interno puede reflejar
intensidad de administración a lo largo del tiempo, el que puede ser mucho más
variable que el supuesto de Odum. En sistemas de roza, tumba y quema, por ejemplo,
los controles externos tienden a disminuir en los períodos posteriores de barbecho.
El modelo de agroecosistema de Odum marca un punto de partida interesante para la
comprensión de la agricultura desde una perspectiva de los sistemas ecológicos, pero
no puede abarcar la diversidad y complejidad de muchos agroecosistemas que se
desarrollaron en las sociedades no occidentales, especialmente en los trópicos húmedos.
Más aún, la falta de atención que el modelo pone en las determinantes sociales
de la agricultura tiene como resultado un modelo con un poder explicativo limitado.
Los sistemas agrícolas son artefactos humanos y las determinantes de la agricultura
no terminan en los límites de los campos. Las estrategias agrícolas no sólo responden
a presiones del medio ambiente, presiones bióticas y del proceso de cultivo,
sino que también reflejan estrategias humanas de subsistencia y condiciones económicas
(Ellen 1982). Factores tales como disponibilidad de mano de obra, acceso y
condiciones de los créditos, subsidios, riesgos percibidos, información sobre precios,
obligaciones de parentesco, tamaño de la familia y acceso a otro tipo de sustento,
son a menudo críticas para la comprensión de la lógica de un sistema de agricultura.
En especial cuando se analizan las situaciones de los pequeños campesinos
fuera de los Estados Unidos y Europa, el análisis de la simple maximización de las
cosechas en sistemas de monocultivo se hace menos útil para la comprensión del
comportamiento del campesino y de sus opciones agronómicas (Scott 1978 y 1986,
Barlerr 1984, Chambers 1983).
Bases teóricas de la agroecología
20 Agroecología: Bases científicas para una agricultura sustentable
El desafío agroecológico
Los científicos agrícolas convencionales han estado preocupados principalmente con
el efecto de las prácticas de uso de la tierra y de manejos de los animales o la vegetación
en la productividad de un cultivo dado, usando una perspectiva que enfatiza un
problema objetivo, como es el de los nutrientes del suelo o los brotes de plagas. Esta
forma de enfocar sistemas agrícolas ha sido determinada en parte por un diálogo
limitado entre diferentes disciplinas, por la estructura de la investigación científica,
la que tiende a atomizar problemas de investigación, y por un enfoque de la agricultura
orientado a lograr un producto. No cabe duda que la investigación agrícola basada
en este enfoque ha tenido éxito en incrementar el rendimiento en situaciones
agroecológicamente favorables.
Sin embargo, es cada vez mayor el número de científicos que reconoce que este
enfoque reduccionista limita las opciones agrícolas para las poblaciones rurales y en
que el «enfoque objetivo» a menudo involucra consecuencias secundarias no intencionadas
que frecuentemente han producido daños ecológicos y han tenido altos costos
sociales. La investigación agroecológica se concentra en asuntos puntuales del
área de la agricultura, pero dentro de un contexto más amplio que incluye variables
ecológicas y sociales.
En muchos casos, las premisas sobre el propósito de un sistema agrícola difieren
del enfoque que enfatiza la maximización del rendimiento y la producción, expuesta
por la mayoría de los científicos agrícolas.
Como mejor puede describirse la agroecología es como un enfoque que integra ideas
y métodos de varios sub-campos, más que como una disciplina específica. La agroecología
puede ser un desafío normativo a las maneras en que varias disciplinas enfocan los
problemas agrícolas. Tiene sus raíces en las ciencias agrícolas, en el movimiento del
medio ambiente, en la ecología (en particular en la explosión de investigaciones sobre
los ecosistemas tropicales), en el análisis de agroecosistemas indígenas y en los estudios
sobre el desarrollo rural. Cada una de estas áreas de investigación tiene objetivos y
metodologías muy diferentes, sin embargo, tomadas en un conjunto todas han sido influencias
legítimas e importantes en el pensamiento agroecológico.
Influencias del pensamiento agroecológico
Ciencias agrícolas
Como Altieri (1987) lo ha señalado, el crédito de gran parte del desarrollo inicial de
la agricultura ecológica en las ciencias formales le pertenece a Klages (1928), quien
sugirió que se tomaran en cuenta los factores fisiológicos y agronómicos que influían
en la distribución y adaptación de especies específicas de cultivos, para comprender
la compleja relación existente entre una planta de cultivo y su medio ambiente.
Más adelante, Klages (1942) expandió su definición e incluyó en ella factores
históricos, tecnológicos y socioeconómicos que determinaban qué cultivos podían
producirse en una región dada y en qué cantidad. Papadakis (1938) recalcó que el
manejo de cultivos debería basarse en la respuesta del cultivo al medio ambiente. La
ecología agrícola fue aún más desarrollada en los años 60 por Tischler (1965) e
integrada al currículum de la agronomía en cursos orientados al desarrollo de una
base ecológica a la adaptación ambiental de los cultivos. La agronomía y la ecología
de cultivos están convergiendo cada vez más, pero la red entre la agronomía y las
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otras ciencias (incluyendo las ciencias sociales) necesarias para el trabajo
agroecológico, están recién emergiendo.
Las obras de Azzi (1956), Wilsie (1962), Tischler (1965), Chang (1968) y Loucks
(1977) representan un cambio de enfoque gradual hacia un enfoque ecosistémico de
la agricultura. En particular fue Azzi (1956) quien acentuó que mientras la meteorología,
la ciencia del suelo y la entomología son disciplinas diferentes, su estudio en
relación con la respuesta potencial de plantas de cultivos converge en una ciencia
agroecológica que debería iluminar la relación entre las plantas cultivadas y su medio
ambiente. Wilsie (1962), analizó los principios de adaptación de cultivos y su
distribución en relación a factores del hábitat, e hizo un intento para formalizar el
cuerpo de relaciones implícitas en sistemas de cultivos. Chang (1968) prosiguió con
la línea propuesta por Wilsie, pero se centró en un grado aún mayor en los aspectos
ecofisiológicos.
Desde comienzos de los años 70, ha habido una expansión enorme en la literatura
agronómica con un enfoque agroecológico, incluyendo obras como las de Dalton
1975, Netting 1974, van Dyne 1969, Spedding 1975, Cox y Atkins 1979, Richards P.
1985, Vandermeer 1981, Edens y Koenig 1981, Edens y Haynes 1982, Altieri y
Letourneau 1982, Gliessman et al. 1981, Conway 1985, Hart 1979, Lowrance et al.
1984 y Bayliss-Smith 1982.
A fines de la década de los 70 y a comienzos de la de los 80 un componente social
cada vez mayor comenzó a aparecer en la literatura agrícola, en gran parte como
resultado del estudio sobre el desarrollo rural en los Estados Unidos (Buttel 1980).
La contextualización social unida al análisis agronómico ha generado evaluaciones
complejas de la agricultura, especialmente en el caso del desarrollo regional (Altieri
y Anderson 1986, Brush 1977, Richards P. 1984 y 1986, Kurin 1983, Bartlett 1984,
Hecht 1985, Blaikie 1984).
Los entomólogos en sus intentos por desarrollar sistemas de manejo integrado de
plagas, han hecho contribuciones valiosas al desarrollo de una perspectiva ecológica
para la protección de las plantas. La teoría y la práctica del control biológico de
plagas se basa exclusivamente en principios ecológicos (Huffaker y Messenger 1976).
El manejo ecológico de plagas se centra en primer lugar en enfoques que contrastan
la estructura y el funcionamiento de los sistemas agrícolas con aquellas de sistemas
naturales relativamente no perturbados, o sistemas agrícolas más complejos (Southwood
y Way 1970, Price y Waldbauer 1975, Levins y Wilson 1979, Risch 1981 y
Risch et al. 1983). Browning y Frey (1969) han argumentado que los enfoques de
manejo de plagas deberían hacer hincapié en el desarrollo de agroecosistemas que
emularan la sucesión natural lo más posible, debido a que estos sistemas más maduros
son a menudo más estables que los sistemas consistentes en una estructura sencilla
de monocultivos.
Enfoque metodológico
Una gran cantidad de métodos de análisis agroecológico se están desarrollando en la
actualidad en todo el mundo. Se podría considerar que se utilizan principalmente
cuatro enfoques metodológicos:
1. Descripción analítica. Se están realizando muchos estudios que miden y describen
cuidadosamente los sistemas agrícolas y miden propiedades específicas tales
como diversidad de plantas, acumulación de biomasa, retención de nutrientes y rendimiento.
Por ejemplo, el Centro Internacional de Agroforestería (ICRAF) ha estado
Bases teóricas de la agroecología
22 Agroecología: Bases científicas para una agricultura sustentable
desarrollando una base internacional de datos de los diferentes tipos de sistemas de
agroforestería y los está correlacionando con una variedad de parámetros medio
ambientales para desarrollar modelos regionales de cultivos mixtos (Nair 1984, Huxley
1983). Este tipo de información es valioso para ampliar nuestra comprensión de los
tipos de sistemas existentes, de los componentes que habitualmente se encuentran
ensamblados y en qué contexto ambiental. Este es el primer paso necesario. Los
estudios representativos de este tipo de pensamiento son numerosos e incluyen a
Ewel et al. 1986, Alcorn 1984, Marten 1986, Denevan et al. 1984 y Posey 1985.
2. El análisis comparativo. La investigación comparativa generalmente involucra
la comparación de un monocultivo u otro sistema de cultivo con un agroecosistema
tradicional de mayor complejidad. Los estudios comparativos de este tipo involucran
un análisis de la productividad de cultivos específicos, de la dinámica de la plagas o
del estatus de los nutrientes en cuanto están relacionados con factores tales como la
diversidad de los campos de cultivos, la frecuencia de las malezas, la población de
insectos y los patrones de reciclaje de nutrientes. Varios estudios de este tipo se han
llevado a cabo en América Latina, Africa y Asia (Glover y Beer 1986, Uhl y Murphy
1981, Irvine 1987, Marten 1986 y Woodmansee 1984). Dichos proyectos usan
metodologías científicas de tipo estándar para iluminar la dinámica de sistemas locales
de cultivos mixtos específicos, comparándolos con los monocultivos. Estos datos
a menudo son útiles pero la heterogeneidad de los sistemas locales pueden oscurecer
la comprensión de cómo éstos funcionan.
3. Comparación experimental. Para establecer la dinámica y para reducir el número
de variables, muchos investigadores desarrollan una versión simplificada del sistema
nativo en el cual las variables pueden ser controladas más de cerca. Por ejemplo,
el rendimiento de un cultivo mixto de maíz, frijol y calabaza puede ser comparado
con el cultivo simple de cada una de estas especies.
4. Sistemas agrícolas normativos. Estos se construyen a menudo con modelos teóricos
específicos en mente. Un ecosistema natural puede ser ilimitado, o un sistema agrícola
nativo podría ser reconstituido con mucho esfuerzo. Este enfoque está siendo evaluado
en forma experimental por varios investigadores en Costa Rica. Ellos están desarrollando
sistemas de cultivos que emulan las secuencias sucesionales por medio del uso
de cultivos que son botánica y morfológicamente semejantes a las plantas que naturalmente
ocurren en varias etapas sucesionales (Hart 1979, Ewel 1986).
Aún cuando la agronomía ha sido sin lugar a dudas la disciplina materna de la
agroecología, ésta recibió una fuerte influencia del surgimiento del ambientalismo y de
la expansión de los estudios ecológicos. El estudio del medio ambiente fue necesario
para proporcionar el marco filosófico en el cual el valor de las tecnologías alternativas y
el proyecto normativo de la agroecología pudieran apoyarse. Los estudios ecológicos
fueron críticos en la expansión de los paradigmas por medio de los cuales cuestiones
agrícolas pudieran desarrollarse, y de las destrezas técnicas para analizarlos.
Ambientalismo
Importancia de este movimiento. El movimiento ambiental de los años 60-70 ha hecho
una gran contribución intelectual a la agroecología. Debido a que los asuntos del
ambientalismo coincidían con la agroecología, ellos infundieron al discurso agroecológico
una actitud crítica de la agronomía orientada hacia la producción, e hicieron crecer la
sensibilidad hacia un gran número de asuntos relacionados con los recursos.
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La versión de los años 60 del movimiento ambiental se originó como consecuencia
de una preocupación con los problemas de contaminación. Estos eran analizados
en función tanto de los fracasos tecnológicos como de las presiones de la población.
La perspectiva Maltusiana ganó una fuerza especial a mediados de la década del 60
por medio de obras tales como «La Bomba Poblacional» de Paul Ehrlich (1966) y
«La Tragedia de los Comunes» de Garrett Hardin (1968). Estos autores presentaron
como principal causa de la degradación ambiental y del agotamiento de recursos al
crecimiento de la población. Este punto de vista fue técnicamente ampliado por la
publicación de «Los Límites del Crecimiento» del club de Roma, el que utilizó simulaciones
computarizadas de las tendencias globales de la población, del uso de recursos
y la contaminación, para generar argumentos para el futuro, los que generalmente
eran desastrosos. Esta posición ha sido criticada desde perspectivas metodológicas
y epistemológicas (Simon y Kahn 1985).
Mientras que «Los Límites del Crecimiento» desarrolló un modelo generalizado
de la «Crisis ambiental», dos volúmenes seminales posteriores contenían una relación
especial al pensamiento agroecológico, porque en ellos se perfilaban visiones
de una sociedad alternativa. Estos fueron «Ante-Proyecto de la Supervivencia» (El
Ecologista 1972) y «Lo Pequeño es Hermoso» (Schumacher 1973). Estos trabajos
incorporaban ideas sobre la organización social, la estructura económica y valores
culturales y las convertían en una visión exhaustiva más o menos utópica. «Ante-
Proyecto de la supervivencia» argumentaba a favor de la descentralización de empresas
de pequeña envergadura y acentuaba las actividades humanas que involucrarían
un mínimo de disrupción ecológica y un máximo de conservación de energía y materiales.
El santo y seña era autosuficiencia y sustentabilidad. El libro de Schumacher
acentuaba una evaluación radical de la racionalidad económica («Economía Budista
»), un modelo descentralizado de la sociedad humana («Dos millones de aldeas») y
una tecnología apropiada. El significado especial de «Lo Pequeño es Hermoso» era
que estas ideas se ampliaron para alcanzar el Tercer Mundo.
Interrogantes agrícolas. Los asuntos ambientales en su relación con la agricultura
fueron claramente señalados por Carson en su libro «Primavera Silenciosa» (1964),
que planteaba interrogantes sobre los impactos secundarios de las substancias tóxicas,
especialmente de los insecticidas, en el ambiente. Parte de la respuesta a estos
problemas fue el desarrollo de enfoques de manejo de plagas para la protección de
los cultivos, basados enteramente en teoría y práctica en los principios ecológicos
(Huffaker y Messenger 1976). El impacto tóxico de los productos agro-químicos era
sólo una de las interrogantes ambientales, debido a que el uso excesivo de los recursos
energéticos también se estaba convirtiendo en un asunto cada vez mas importante.
Era necesario evaluar los costos energéticos de sistemas de producción específicos;
especialmente a comienzos de la década del 70 cuando los precios del petróleo
se incrementaron. El estudio clásico de Pimentel (1979) demostró que en la agricultura
de los Estados Unidos cada kilo-caloría derivado del maíz se «obtenía» a un
enorme costo energético de energía externa. Los sistemas de producción norteamericanos
fueron por lo tanto comparados con otros tipos diferentes de agricultura, los
que eran de menor producción por área de unidad (en términos de kilo-calorías por
cada hectárea) pero mucho más eficientes en términos de rendimiento por unidad de
energía invertida. El alto rendimiento de la agricultura moderna se obtiene a costa de
numerosos gastos, los que incluyen insumos no renovables tales como el combustible
de fósiles.
Bases teóricas de la agroecología
24 Agroecología: Bases científicas para una agricultura sustentable
En el Tercer Mundo estos imputs son a menudo importados, y cargados a la balanza
internacional de pagos, empeorando la situación de endeudamiento de muchos
países en desarrollo. Más aún, debido a que la mayor parte de estos inputs no se
utilizan para el cultivo de alimentos, la ganancia en la producción no se puede traducir
necesariamente en un mejor abastecimiento de alimentos (Crouch y de Janvry
1980, Graham 1984 y Dewey 1981). Finalmente, las consecuencias sociales de este
modelo tienen impactos complejos y a menudo extremadamente negativos en la población
local, en especial en aquellos que tienen un acceso limitado a tierras y a
crédito. Estos problemas se discuten en detalle más adelante en este capítulo.
Los problemas de la toxicidad y recursos de la agricultura ensamblaron con los
problemas mayores de la transferencia tecnológica en contextos del Tercer Mundo.
«La tecnología Descuidada» (editada por Milton y Farvar en 1968) fue una de las
primeras publicaciones que intentó, en gran medida, documentar los efectos de proyectos
de desarrollo y transferencia de tecnología de zonas templadas, sobre las
ecologías y las sociedades de los países en desarrollo. Cada vez en mayor número,
investigadores de diferentes áreas comenzaron a hacer comentarios sobre la pobre
«adecuación» entre los enfoques que se dan al uso de la tierra en el Primer Mundo y
la realidad del Tercer Mundo. El artículo de Janzen (1973), sobre agroecosistemas
tropicales, fue la primera evaluación ampliamente difundida de por qué los sistemas
agrícolas tropicales podrían comportarse de una forma diferente a los de las zonas
templadas. Este trabajo y el de Levins (1973) plantearon un desafío a los investigadores
agrícolas, que los llevó a repensar la ecología de la agricultura tropical.
Al mismo tiempo, el problema filosófico más amplio planteado por el movimiento
ambiental tuvo resonancia en la re-evaluación de las metas del desarrollo agrícola
en los Estados Unidos y en el Tercer Mundo, y en las bases tecnológicas sobre las
que serían llevadas a cabo. En el mundo desarrollado estas ideas sólo tuvieron un
impacto moderado en la estructura de la agricultura, porque la confiabilidad y disponibilidad
de productos agroquímicos y imputs energéticos aplicados a la agricultura
tenía como resultado transformaciones pequeñas en el patrón de uso de recursos en
la agricultura. En situaciones en las que tanto los campesinos como la nación estaban
presionando por los recursos, donde prevalecían estructuras distributivas regresivas
y donde el enfoque de las zonas templadas no era apropiado a las condiciones ambientales
locales, el enfoque agroecológico parecía de especial relevancia.
La integración de la agronomía y el ambientalismo ensambló con la agroecología,
pero los fundamentos intelectuales para una asociación académica de este tipo eran
aún relativamente débiles. Era necesario un enfoque teórico y técnico más claro, especialmente
en relación con los sistemas tropicales. El desarrollo de la teoría ecológica
tendría una relevancia especial en el desarrollo del pensamiento agroecológico.
Ecología
Por varias razones los ecólogos han tenido una importancia singular en la evolución del
pensamiento agroecológico. En primer lugar, el marco conceptual de la agroecología y
su lenguaje son esencialmente ecológicos. En segundo lugar, los sistemas agrícolas son
en sí mismos interesantes sujetos de investigación, en los cuales los investigadores tienen
mayor habilidad para controlar, probar y manipular los componentes del sistema, en
comparación con los ecosistemas rurales. Estos pueden proporcionar condiciones de
pruebas para un patrón amplio de hipótesis ecológicas, y de hecho ya han contribuido
sustancialmente al cuerpo de conocimiento ecológico (Levins 1973, Risch et al. 1983,
25
Altieri et al. 1983b, Uhl et al. 1988). En tercer lugar, la explosión de investigadores
sobre los sistemas tropicales ha dirigido la atención al impacto ecológico de la expansión
de sistemas de monocultivos en zonas que se caracterizan por su diversidad y extraordinaria
complejidad (Janzen 1973, Uhl 1983, Uhl y Jordan 1984, Hecht 1985). En
cuarto lugar, varios ecólogos han comenzado a dirigir su atención a las dinámicas
ecológicas de los sistemas agrícolas tradicionales (Gliessmann 1982a, 1982b, Altieri y
Farrell 1984, Anderson et al. 1985, Marten 1986, Richards 1984 y 1986).
Tres áreas de interés académico han sido especialmente críticas en el desarrollo de
los análisis agroecológicos: el ciclaje de los nutrientes, las interacciones de plagas/plantas
y la sucesión ecológica. A modo de ilustración esta sección se concentrará en el
ciclaje de nutrientes. A comienzos de los años 60 el análisis del ciclaje de nutrientes en
los sistemas tropicales se convirtió en un tópico de interés y fue considerado como un
proceso vital del ecosistema. Varios estudios significativos tales como la investigación
de Nye y Greenland en 1961 y más adelante la serie de artículos y monografías que
derivaron de trabajos realizados en San Carlos, Venezuela; Catie, Costa Rica y otros
lugares en Asia y Africa han sido la simiente que clarifica los mecanismos de los ciclajes
de nutrientes, tanto en bosques nativos como en áreas que han sido cultivadas (Jordan
1985, Uhl y Jordan 1984, Buschbacker et al. 1988, Uhl et al. 1988).
Los hallazgos ecológicos de esta investigación sobre el ciclaje de nutrientes que
tuvieron un mayor impacto en el análisis de la agricultura fueron:
• La relación entre la diversidad y las estrategias inter-especificas para captar
nutrientes.
• La importancia de los rasgos estructurales para aumentar la captación de nutrientes
tanto por debajo como por encima del suelo.
• La dinámica de los mecanismos fisiológicos en la retención de nutrientes.
• La importancia de relaciones asociativas de plantas con micro-organismos tales
como micorrizas y fijadores simbióticos de nitrógeno.
• La importancia de la biomasa como lugar de almacenaje de los nutrientes.
Estos hallazgos sugerían que los modelos ecológicos de la agricultura tropical incluirían
una diversidad de especies (o al menos de cultivos) para aprovechar la variedad de
absorción de nutrientes, tanto en términos de diferentes nutrientes como en la absorción
de nutrientes de los diferentes niveles de profundidad del suelo. La información producida
por los estudios ecológicos sobre el ciclaje de nutrientes también sugería el uso de
plantas tales como las leguminosas que con facilidad forman asociaciones simbióticas,
y el uso más extendido de plantas perennes en el sistema de producción, como un medio
para bombear nutrientes de las diferentes capas del suelo y aumentar así la capacidad
total de reciclaje y almacenamiento de nutrientes en el ecosistema. No es sorprendente
hallar que muchos de estos principios ya estaban siendo aplicados en numerosos sistemas
agrícolas desarrollados por poblaciones locales en los trópicos.
En la mayor parte de la literatura ecológica, la comparación entre ecosistemas
naturales y agroecosistemas se ha basado en agroecosistemas desarrollados por
ecologistas después de cierta observación del ecosistema local más bien que después
de observar sistemas locales verdaderamente desarrollados. Más aún, la investigación
se centró en parámetros tales como la diversidad de semillas, la acumulación de
biomasa y el almacenaje de nutrientes en sucesión. Esta investigación ha proporcionado
cierta comprensión de algunas dinámicas de los sistemas agrícolas considerados
como entidades biológicas, pero el manejo (con excepción del llevado a cabo por
algunos alumnos relativamente inexpertos) influye en estos procesos que quedan en
Bases teóricas de la agroecología
26 Agroecología: Bases científicas para una agricultura sustentable
un área casi enteramente inexplorada (un caso excepcionalmente sobresaliente en
este aspecto es el de Uhl et al. 1988).
Las limitaciones del enfoque puramente ecológico están siendo cada vez más superadas
a medida que los investigadores comienzan a analizar los sistemas campesinos
y nativos en equipos multi-disciplinarios y desde una perspectiva más holística
(Anderson y Anderson 1983, Anderson et al. 1985, Marten 1986, Denevan et al.
1984). Estos esfuerzos tienen como intención el colocar a la agricultura en un contexto
social; utilizan modelos nativos locales (explicaciones nativas del por qué se
realizan ciertas actividades) para el desarrollo de hipótesis que más adelante pueden
ser probadas por medio de modelos agronómicos científicos. Esta es un área de investigación
floreciente con implicancias tanto teóricas como aplicadas de mucha
importancia, y una gran inspiración para la teoría y práctica de la agroecología.
Sistemas nativos de producción
Otra influencia mayor en el pensamiento es aquella que procede de los esfuerzos de
la investigación de antropólogos y geógrafos dedicados a describir y analizar las
prácticas agrícolas y la lógica de los pueblos nativos y campesinos. Típicamente,
estos estudios se han preocupado del uso de recursos y del manejo no sólo del predio
agrícola sino de toda la base de subsistencia, y se han concentrado en cómo los pueblos
locales explican esta base de subsistencia, y en cómo los cambios sociales y
económicos afectan los sistemas de producción. El análisis científico del conocimiento
local ha sido una fuerza importante para reevaluar los supuestos de los modelos
coloniales y agrícolas de desarrollo. La obra pionera en este campo fue la de
Audrey Richards (1939) sobre las prácticas de roza, tumba y quema (sistema citamene)
en el Africa Bemba. El sistema citamene involucra el uso de desechos de árboles
como compost en las prácticas agrícolas de los terrenos montañosos en Africa Central.
Este estudio, que acentúa los resultados de las tecnologías agrícolas y de las
explicaciones ecológicas de los pueblos nativos, contrasta diametralmente con aquella
percepción despreciativa de la agricultura nativa que considera las prácticas locales
como desordenadas y de inferior calidad.
Otra importante contribución al estudio de sistemas de cultivo nativos fue el trabajo
de Conklin (1956), el que sentó las bases para la re-evaluación de la agricultura
itinerante, basado en datos etnográficos y agronómicos sobre los Hanunoo de Filipinas.
Este trabajo señala la complejidad ecológica y diversidad de los patrones de
agricultura itinerante y la importancia de los policultivos, la rotación de cultivos y
sistemas de agroforestería, en el marco total de la producción itinerante. Es uno de
los estudios más tempranos y más ampliamente conocidos sobre la estructura y complejidad
del sistema de cultivo de roza, tumba y quema, y en el que se incorpora
mucha intuición ecológica.
Fue de especial importancia el énfasis que Conklin puso en el conocimiento
ecológico nativo y la importancia que le asignó a explotar esta rica fuente de comprensión
etnocientífica. Sin embargo, él hacía hincapié en que el acceso a esta información
requería habilidades tanto etnográficas como científicas.
Investigadores tales como Richards (1984), Bremen y deWit (1983), Watts (1983),
Posey (1984), Denevan et al. (1984), Brokenshaw et al. (1979) y Conklin (1956),
entre muchos otros, han estudiado los sistemas nativos de producción y sus categorías
de conocimiento sobre las condiciones ambientales y prácticas agrícolas. Este
cuerpo de investigación se centra en el punto de vista nativo de los sistemas de pro27
ducción y los analiza con los métodos científicos occidentales. Todos estos autores
han hecho hincapié en que la organización social y las relaciones sociales de la producción
deberían considerarse tan de cerca como el medio ambiente y los cultivos.
Este acento en la dimensión social de la producción es una base importante para la
comprensión de la lógica de producción de sistemas agrícolas.
Otro resultado importante de gran parte del trabajo sobre los sistemas nativos de
producción es la idea que se necesitan diferentes nociones de eficiencia y
racionabilidad para comprender los sistemas nativos de campesinos. Por ejemplo, la
eficiencia de producción por unidad de labor invertida, más bien que una simple
relación de rendimiento por áreas es básica para la lógica de producción de muchos
cultivadores del Tercer Mundo. Las prácticas que se centran en evitar riesgos, puede
que no sean tan rendidoras a corto plazo, pero pueden ser preferibles a opciones de
uso de tierras altamente productivas pero que tienen mayores riesgos. La disponibilidad
de trabajo, en especial en épocas importantes como es la de las cosechas, puede
también influir en los tipos de sistemas agrícolas favorecidos.
Este tipo de investigación ha influido en el desarrollo de los argumentos contrarios
a aquellos que atribuían el fracaso de la transferencia de tecnología agrícola a la
ignorancia e indolencia. Este enfoque, con el acento en los factores humanos de los
sistemas agrícolas, también ponía más atención en las estrategias de los campesinos
de diferentes estratos sociales, y cada vez más en el rol de la mujer en la agricultura
y el manejo de recursos (Deere 1982, Beneria 1984, Moock 1986).
El análisis etnoagrícola ha contribuido mucho a la expansión de las herramientas
conceptuales y prácticas de la agroecología. El enfoque (marco étnico) basado en la
explicación de una cultura dada ha sugerido relaciones que los marcos «étnicos» (es
decir marcos externos , generalmente referidos a modelos occidentales de expansión) no
capturan fácilmente, al basarse en los métodos de la ciencia occidental. Más aún, esta
investigación ha ampliado el concepto de lo que puede con provecho ser llamado agricultura,
debido a que muchos grupos están involucrados en la manipulación de ecosistemas
forestales a través del manejo de la sucesión y la reforestación actual (Posey 1985,
Andreson et al. 1985, Alcorn 1984). Aún más, la agricultura desarrollada localmente
incorpora numerosos cultivos cuyo germoplasma es esencial para el «desarrollo» de
programas de mejoramiento genético como el de yuca y frijol, y también incluye numerosas
plantas con un potencial de uso más amplio en ambientes difíciles. Finalmente,
dicho trabajo valora los logros científicos de cientos de años de mejoradores de plantas
y trabajo agronómico llevado a cabo por las poblaciones locales.
El estudio de sistemas agrícolas nativos ha proporcionado gran parte de la materia
prima para el desarrollo de hipótesis y sistemas de producción alternativos para la
agroecología. Cada vez es más amplio el estudio de la agricultura nativa realizado
por equipos multi-disciplinarios para documentar las prácticas y se han desarrollado
categorías de clasificación para analizar los procesos biológicos y para evaluar aspectos
de las fuerzas sociales que influyen en la agricultura. El estudio de sistemas
nativos ha sido fundamental en el desarrollo del pensamiento agroecologico


EDGAR ESCALONA